Un sueño con fotogramas siempre a punto de despertar
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Querido Diario:
Tengo el vocabulario como contestador automático, la maleta siempre lista y un logo de marca creado una noche de amigos, la barba sin barba, una canción de Spinetta y una charla sin adiós con Benevides, una pena sin gloria y una victoria sin sobresaltos, la mala fama del milagro sin santo, los versos creativos y la fotografía urbana, excesos de cordura y pasión por la luz desde que conozco la oscuridad, el ángel de la guarda guardado, un par de discos de González Paliza y un libro infantil desarticulado de realidades que hasta ahora me cuestiono, la razón sin sentido común, un manual de Sardina y un par de rollos vencidos comprados de Tecknocolor, una broma de mal gusto y un dulce cuento de hadas, una enfermedad llamada “memoria fotográfica” y un cáncer esotérico en mi dedo índice sobre el disparador, un asfalto refinado hacia mi destino, una coartada en las sombras y un touch de flash que flagela mi vista.
Tengo una foto de mi padre abrazándome, el tiempo en blanco y negro, la garganta del diablo tragándome y un par de bodas cubiertas por las que me considero humildemente eterno.
Tengo más de lo que tengo, es un vicio desde los suburbios, como aquel que vive de los misterios de la luz y los escapes a otros mundos.
Un útil diario de fotógrafo premiado con inútiles anécdotas, una marca sin registrar, una ciega valentía de esas que no se borran y un sueño con fotogramas siempre a punto de despertar.
Tengo desordenadas ganas, pero ganas al fin, de mezclar todo y volar.
Gery.
